lunes, 18 de noviembre de 2013

Plagio, piratería, homenajes y otras yerbas

Se debate mucho acerca de la idea de autor. Sin ir más lejos (esto es a la vuelta de casa) el martes presencié una acalorada discusión en la verdulería. Si bien yo no participo de esos debates, entiendo las rispideces inevitables en el conflicto entre la propiedad privada, la propiedad intelectual, el derecho al libre usufructo de los bienes culturales versus el derecho a ser reconocido y remunerado por lo que se hace, el precio de las berenjenas y las frutas tropicales (de esto trata en parte el ensayo de Dieter Apfelstrudel, Frutas tropicales e inflación, en el que plantea su premisa fundamental: ¿por qué no puedo comprar dos mangos con dos mangos?).
Pero me voy de tema.
Una señora (a la sazón mi vecina) planteaba que todo ha sido creado por Dios y cedido a los hombres, por lo tanto nadie tiene derecho a lucrar con eso. En esta línea la mujer pretendía que no se le cobren los zapallitos así como un disco de Julio Iglesias que la señora que atiende la verdulería ni siquiera había puesto a la venta. El argumento es igual de sencillo. Dios es el verdadero artífice de los talentos de los hombres, y dárselos a uno es como dárselos a todos. Si bien este argumento no aplica a Julio Iglesias, la idea deriva en conclusiones obvias.
La hija de mi vecina, que estudia cosmetología y letras, aportó que la brecha entre Dios e Iglesias crece en forma alarmante.
Su contraparte con ruleros —la Nélida— le preguntaba —adentrándose en el terreno inmobiliario—, cómo alguien podía estar a favor de las Escrituras y en contra de las escrituras. ¿Qué escribanos estuvieron involucrados en la confección de las Sagradas Escrituras?
Recuerdo ahora la anécdota de aquel otro grupo —poco riguroso con las tildes— que buscando feedback se llenó de dinero. La gente los contrataba como escribanos cuando ellos apenas querían decir “escríbanos”.
Esta anécdota parece no tener nada que ver con el asunto, pero no es así.
En definitiva, ¿quién es el dueño de las ideas?, ¿quién puede arrogarse la propiedad del arte, la naturaleza o los quistes sebáceos?
Ahí andaba Monsanto queriendo patentar organismos vivos mientras demandaba a Luis Alberto Spinetta por cantar “todas las sojas son del viento”.
Todo esto viene a cuento porque cuando se habla del tema de la copia hay quienes distinguen los matices entre influencia, cita, homenaje, plagio solapado y choreo a cuatro manos.
La innovadora propuesta del grupo de transgresores a los que hoy hacemos referencia no distingue matices. Para ellos todo es válido siempre y cuando uno se vista elegantemente. La historia los juzgará (o los juzgaría si creyera que vale la pena). Mientras tanto, y con la piedad de la que sea capaz, júzguelos usted.

* El nombre del grupo hace referencia a una expresión con la que los niños polacos se referían a algo que se les había dado y ya no devolverían por haberse apropiado de ello.