lunes, 28 de septiembre de 2015

Un encuentro fantástico

Pido disculpas por anticipado al talentoso tipógrafo argentino Eduardo Tunni, sin cuya involuntaria participación este encuentro no podría haberse producido.

Sentados alrededor de una mesa de la pizzería Los Inmortales, charlan cuatro tipos.
—Hola, yo soy René Descartes, nací en París, probablemente se acuerden de mi frase: “pienso, luego existo”. También soy el creador de los ejes cartesianos.
—Hola, yo soy Claude Garamond, ¡qué loco!, yo también nací en París y soy el creador de la mejor tipografía, que todos tienen en sus ordenadores, y que me ha hecho famoso.
—¿Comic sans? —preguntó Descartes
Claude Garamond lo miró mal.
—“Pienso, luego digo boludeces” —dijo, mientras revolvía su Coca Light para quitarle algo de gas.
—No te enojés, es un chiste
—¿Arial? —Preguntó Pierre Bezier.
—¿Vos quién sos? —preguntó Garamond.
—Hola, aunque les parezca increíble, yo también nací en París, soy Pierre Bezier, creador de las curvas que llevan mi nombre. Gracias a mis desarrollos se han podido digitalizar tus tipografías.
—Y no hubieras podido desarrollarlo sin los ejes cartesianos —dijo Descartes defendiendo su quintita.
—Hola, yo soy Ramiro Funes Mori, seguramente se acuerdan de mí por un gol que le hice a Boca en la bombonera y nos hizo ganar el partido...
—De un corner mal cobrado, ese gol no debería haber sucedido —agregó Bezier.
—La única verdad es la realidad —dijo Garamond, que como todos saben era peronista.
—Vos sos gallina —acusó Bezier.
—No, yo soy de Racing*
—Eso es absurdo —sentenció Descartes
—¿Estamos cuatro tipos que no fueron contemporáneos charlando en una pizzería de Buenos Aires y a vos te parece absurdo que yo sea de Racing?, para ser racionalista sos bastante pelandrún —retrucó Bezier, con un vocabulario más propio de su época.
—Che, no se peleen, que los tres tenemos cosas en común, —intentó conciliar Claude Garamond— nacimos en París y gracias a nuestras creaciones millones de personas disfrutan hoy de la tipografía digital .
—Incluso de Comic sans —aportó Descartes ya en tono desafiante.
—René, muzzarella —sugirió Garamond.
—Para mí fugazza —pidio Bezier, que no entendió del todo a qué se refería Claude.
—Yo no nací en París... —dijo Funes Mori, y cuando le hice ese gol a Boca ustedes tres ya estaban muertos.
—O tal vez los cuatro, chicaneó Bezier.
—¡Callate bostero! —dijo Descartes—, aunque es verdad, no logro explicarme tu presencia en esta mesa.
—Como no había otra, el mozo me ubicó en esta.
—Si bien yo soy de Racing* —dijo Garamond— debo decir que ese gol no ha hecho nada por la tipografía, como para justificar tu presencia en esta historia.
René Descartes, ya cebado, ya aprovechaba cualquier ocasión para molestar a Claude.
—Y tú no has ganado nada —le dijo, imitando espantosamente un acento paraguayo.
—No seas tan plomo que me agarra el saturnismo —contestó Claude ingeniosamente. A René no le causó mucha gracia, pero Bezier y Funes Mori festejaron la ocurrencia, aunque Ramiro no la entendió.
—No dejemos que este conflicto se agrande, aunque gracias a mí se puede agrandar o achicar sin perder calidad —intervino Pierre Bezier un poco para cambiar el clima y otro poco para hacerse el gracioso.
—El que está agrandado es este idiota —insistió Garamond. Te voy a meter la pizza ahí donde se te cruzan las abcisas y las ordenadas.
—Desordenada te voy a dejar la cara.
—¿Vos y cuántos filósofos más? —Claude Garamond ya echaba espuma por la boca.
—Pienso, luego te cago a trompadas —dijo Descartes, a esta altura totalmente fuera de eje— a vos y a todos los tipógrafos.
—Vos pensá si querés seguir existiendo —contestó Garamond arremangándose.
—Aflojá Claude —dijo Bezier, que nunca perdía el control—, ¿No ves que lo dice para hacerte calentar?
—No descartes que te surta —dijo René mirándolo socarronamente.
—Cartesiano, agarramela con la...
—¡¡¡Claude!!! —interrumpieron Pierre y Ramiro

Pero ya era tarde, de las palabras pasaron a los hechos. Entre manotazo y manotazo, Funes Mori aprovechaba para recordarles a todos aquel gol en la Bombonera.
Finalmente Garamond y Descartes —totalmente descontrolados— fueron sacados entre cuatro de la pizzería y discutieron airadamente hasta que llegó la policía, que evitó que las cosas pasaran a mayores.

Ya calmadas las aguas, Descartes —que era matemático— dividió entre cuatro el valor de lo que habían consumido y de alguna manera Ramiro Funes Mori terminó pagando casi todo, aunque después lo vendieron a Inglaterra y recuperó la plata.


* de París

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