jueves, 27 de marzo de 2014

Sobre la inseguridad

Puede parecer al ojo frenético que este blog está abandonado, sin embargo no es así. Por lo tanto desista quien desee llevarse cosas de aquí sin permiso (a menos que sea por necesidad, en cuyo caso sabré comprender).
Si de todos modos decide hacerlo, por favor atribuya el crédito correspondiente.
Quien lea estas líneas puede pensar que he sido objeto de hurto, plagio o atribución errónea, pero ni siquiera, es apenas un dudoso ardid para darle difusión a un blog de poco público.
No haya nada que hacer, voy a volver a las vedettes, los suicidios mediáticos y a los escándalos, por lo menos hasta que llegue el mundial.

Nota: estos contenidos son distribuidos de forma gratuita. Si alguien le pide dinero por ellos pídanle que se comunique conmigo para arreglar algún tipo de comisión. No pague de más.
Para más información, conferencias de prensa, mensajes cantados o pilates para mascotas, por favor comuníquese a través de este medio o búsquenme en facebook.

sábado, 15 de marzo de 2014

Hammurabi, cuneiforme o ¡cómo se me filtra la coyuntura!*

Hace poco leí una biografía de León Tolstoi (Tols Toi Story) y recordé aquella vieja frase “Pinta tu aldea y pintarás el mundo”, que en la película es traducida como “al infinito y más allá”. Por cierto, no recomiendo la versión cinematográfica, que para mi desilusión guarda muy poco parentesco con la vida del escritor ruso. Entiendo las licencias poéticas, las adaptaciones libres, pero en este caso me parecen excesivas. Y debo decir que la presencia de Buzz Lightyear como personaje me resulta casi escandalosa. Puedo apostar que Tolstoi no la hubiera aprobado.
Algo parecido me pasó cuando llevé a mis nietos a escuchar un recital de Violetta y se negó a cantar “Gracias a la vida” a pesar de que se lo pedí a voz en cuello entre tema y tema durante todo el espectáculo. Pero el arte es así y el artista tiene el derecho —el privilegio si se quiere— de cantar lo que se le canta.

Volviendo a Tolstoi, y como contrapartida podemos decir que quien pretende pintar el mundo no puede evitar su propia aldea íntima. El artista se expone siempre, así hable de Babilonia, orangutanes o Racing Club. Pero si bien el artista más o menos lo maneja, nos pasa a todos los demás bastante inadvertidamente. Los necios creemos que el automóvil que tenemos nos define, pero no dice más de nosotros que cómo y dónde estacionamos.
Creemos ingenuamente que es posible no comunicar, pero para quien sabe leer todo es texto.
Yendo todo el tiempo de la aldea al mundo, como quien va de la cama al living, la coyuntura se filtra porque a veces el autor no puede desinfectarse de la realidad cotidiana. Funciona como los jabones que matan el 99,9% de las bacterias (el 0,1% es la letra chica, coartada para su ineficacia), muchas veces queda ese residuo, ese anclaje de época que ocasionalmente da sentido a todo el relato.

Quienes se aventuren a este informe notarán que tal vez abundan más intertextos y referencias que de costumbre (lo que inevitablemente hará que envejezca pronto), sin embargo debo decir —apelando a un lugar común— que cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia.
¿Quiere decir esto que los informes de Gunther son pura ficción? —pregunto yo hablando de mí en tercera persona.
—Hay un viejo proverbio uruguayo que dice que la verdad no está en el lo escrito sino en la lectura —me contesto yo haciéndome —infructuosamente— el inteligente.
Gracias por ser como son.

* Pequeña advertencia: no busquéis referir cada personaje a un nombre conocido porque este informe opera como los sueños, con algo de condensación y desplazamiento, lo que puede resultar algo frustrante si usted es de los literales.