miércoles, 9 de mayo de 2012

Conversaciones con Sesuda V


Sobre la esencia del universo

El joven Tsetsuko –atribulado por los misterios del zen– se acercó al maestro Sesuda buscando entender. Pero Sesuda es arduo, el entendimiento hay que ganárselo. En eso está el joven Tsetsuko.

–¿Cómo saber cada vez más y al mismo tiempo vaciar mi mente?
–La red de agujeros pequeños se llena antes.
–La red de agujeros demasiado grandes no se llena nunca.
–La red es lo pescado.
–No entiendo.
–Yo no puedo transmitirte la sabiduría, apenas puedo hacer nadar peces hacia tí, tú pondrás la red.
–¿Cómo elegir la red?
–Cuando eliges te equivocas.
–¿Cuando no elijo acierto?
–La flecha no trata de acertar al blanco. Solo vuela.
–¿Yo soy la flecha o el arquero?
–Tu eres un refrigerador.
–La flecha no tiene voluntad.
–Sí, es lo que tiene.
–¡Qué paradoja!
–¡Bien! Se tiene lo que no se tiene.
–¿La flecha no se equivoca?
–No.
–¿Se equivoca el arquero?
–Es un puesto muy ingrato.
–¿Es la naturaleza del hombre equivocarse?
–Al menos es la tuya.
–Una vez lanzada, la flecha no puede cambiar su trayectoria.
–La flecha va, es el blanco el que a veces no está donde debe.
–¿Se equivoca el blanco?
–Cuando dejes de buscar al culpable entenderás que el blanco, la flecha y el arco están hechos de la misma sustancia.
–¿Madera?
–Me refiero a la esencia de todo el universo.
–¿Todo el universo es de madera?
–No, sin embargo algunos discípulos sí. 

Tsetsuko –agradecido con su maestro– se va a meditar. Sesuda le dice “vé, hijo, vé”, mientras su mano afectuosa –en forma de puño– acaricia el aire, cerca de la nuca del discípulo que se ha movido rápidamente.
El maestro, algo decepcionado, entiende que la práctica cotidiana hace al experto y se va al gimnasio a practicar con su punching-ball.

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