domingo, 3 de julio de 2011

Sobre la construcción de la realidad

Me han preguntado cuándo empecé a darme cuenta de la necesidad de desconfiar de la realidad tal como se nos presenta. Si tengo que elegir un momento acude a mi memoria una mañana en el barrio de mi infancia.
“Todo lo que hay aquí debe ser tomado con pinzas”, me dijo Isabel, la mujer que —involuntariamente— me introdujo en el escepticismo.
Isabel, la dueña de la panadería, era muy estricta con las normas de higiene.
“Escéptica”, decía yo.
“Aséptica”, decía ella.
“Muy caras las medialunas”, decía Rosaura Maturana, clienta habitual de La Rosa de Gdansk.
Paradójicamente, Isabel instaló en mí el germen de la desconfianza. Muchos años después pude confirmar —no sin horror— que muchos de los verdaderos protagonistas de la historia han sido sustituidos por próceres y celebridades. No les quito sus méritos, pero me resisto a considerarlos los motores de la historia. Dejemos espacio para los olvidados, los desconocidos y los anónimos.

2 comentarios:

  1. Los verdaderos responsables del deterioro de la sociedad no son los políticos corruptos ni la juventud descarriada, ni los obispos errantes, maestro. Son los microbios, aquellos de los que casi nadie habla ya. Y muy pronto dominarán el mundo.

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  2. Sin duda, colega. Agradezco su aporte. Sin embargo debo decir que esos insectos gozan del beneplácito de ciertos dudosos referentes de la cultura. Ahí lo tiene usted a un tal Joan Manuel Serrat cantándole sin ponerse colorado a "esas pequeñas cosas".
    Así anda el país (aunque en ese caso se trata de Cataluña).

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