Tsetsuko se acercó al maestro abrumado por una duda. ¿Puedo ser monje y adinerado al mismo tiempo?, preguntó. El anciano Sesuda giró sobre sí mismo con un gesto que podría ser interpretado como profundo fastidio, excepto para quienes lo conocemos, que sabemos que se trata de poner al discípulo en situación de disponibilidad para el aprendizaje. Escupió rápidamente en el suelo el chicle Bazooka y repreguntó:
–¿Qué es ser rico?
–Tener mucho dinero
–¿Solo el dinero nos hace ricos?
–¿No es así?
–Es una cuestión cultural, para un caníbal ser
rico es otra cosa
–Me gustan mucho las
tribus antropófagas
–Probablemente tu a ellos también les gustarías
–Entonces para ellos
somos ricos, pero no podemos disfrutar de esa riqueza sin perder la vida
–¿Se es rico si se posee mucho pero no se puede
usar?
–Rico no es el que más
tiene sino el que menos necesita.
–No, rico es el que más tiene.
–Pero... ¿y el valor de
una sonrisa, del afecto, de la puesta del sol?
–Todos valoran una sonrisa, pero ¿has probado
pagar un paquete de arroz en el supermercado con ella?
–Y eso que son chinos.
–No creas que no valoro tus progresos, cada vez
eres más ignorante.
–Solo me vacío de lo que
sé, como una piscina pierde el agua si se le saca el tapón.
–Como un inodoro después de una descarga.
–Sí, o una piscina...
–Sí, o un inodoro.
A veces una breve conversación casual es suficiente. La sabiduría profunda no tiene medida.
Sesuda se marchó rascándose la entrepierna mientras simulaba buscar algo en su bolsillo.
Tsetsuko era ahora más sabio.
Gracias, Elevado Maestro, por iluminarnos con su sabiduría. Gracias a ella me siento cada ves más despojado de saberes inútiles. Que por otra parte son los únicos a los que logro acceder.
ResponderEliminarEn este caso soy apenas un vehículo del maestro Sesuda, un verdadero sabio. También yo soy iluminado por su sabiduría, pero como no soy egoísta, seguiré difundiendo el zen de Sesuda.
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