Acerca del trabajo manual y el zen
El maestro Sesuda miraba caer la lluvia con paz en
los ojos. Me había mandado a llamar, sin embargo cuando me acerqué para
conversar, su mirada tornó en una mezcla indefinible de fastidio, hastío y
desesperanza, pero en el fondo yo sabía que él disfrutaba de las charlas
casuales. En su proverbial timidez nunca me lo dijo, pero de alguna manera yo
lo sabía. Le daba la oportunidad de salirse de sus pensamientos y compartir el
zen.
Haciendo alarde de mis naturales dotes para la
conversación le dije:
–Tiempo loco...
–Mientras los extranjeros toman sol, el campesino
descuelga la ropa porque conoce esa nube en el horizonte.
–El germen de la tormenta
se muestra en el cielo límpido.
–Solo si sabes verlo.
–¿Existe la lluvia que
no ha caído?
–Solo existe el presente. Apenas la gota que te
moja.
–¿Si estoy bajo techo la
lluvia no existe?
–No, pero se hace presente por la grieta del
techo.
–Sí, deberías llamar a
alguien que arregle eso.
–Solo el trabajo hecho con tus propias manos te
dará de comer.
–¿Vas a arreglarlo tú?
–Tus propias manos, dije.
–¿Para eso me mandaste a
llamar y he debido cruzar la aldea en la mitad de la noche?
–No hay horario para alcanzar la iluminación
espiritual. Hasta el trabajo más simple como cambiar el cuerito de la canilla
te...
–¿También hay que cambiar
un cuerito?
–Tres. Y pintar el techo. Soy
anciano, la cintura me duele.
–¿No puedes llamar a un
pintor?
–Está pintando la aldea.
–¿Puede el pintor pintar
su aldea si llueve?
–Debe dejar secar más tiempo entre manos.
–¿Qué sonido hace una sola
mano de pintura?
–Cuando lo sepas podrás dejar el monasterio.
–Yo ya no vivo en el
monasterio.
–Cuando se alcanza la iluminación ya no hay
adentro ni afuera.
–Sí, pero cuando llueve
es mejor estar adentro.
–Si estamos adentro la iluminación es artificial.
–¿Puede ser artificial la
naturaleza del Buda?
–Naturaleza artificial es un oxímoron.
–¿Existe la naturaleza en
estado puro?
–Solo si no la pensamos.
–¿Acaso la mente es
naturaleza?
–Si podemos dejar fluir los pensamientos como un
arroyo.
–¿Es eso pensar?
–Cuando intentamos pensar ponemos diques en el
arroyo.
–¿Podemos no pensar?
–No pareces tener problemas con eso.
–Sin embargo no pareces
muy complacido.
–Tú desvías el arroyo y lo alejas del mar, podrías
fundirte con el océano y apenas lavas tus calcetines.
–Mis compañeros del
monasterio lo agradecen.
–También yo, créeme, sin embargo la limpieza que
debes buscar es interior.
–Comerme un jabón...
–El arroyo de tu mente se seca, los peces de tus
pensamientos mueren, y tú sonríes estúpidamente.
–Los peces de mi
pensamiento aprenderán a vivir sin agua.
–Claro, es difícil irrigar el desierto
–Caminarán si es preciso
–Si vas contra su naturaleza dejarán de ser peces.
–¿Acaso sobrevivir no
justifica dejar de ser lo que se es?
–Si no somos lo que somos ¿qué somos?
–No somos nada
–Hoy estamos y mañana no...
–Perderemos el
presentismo
–Oh, la levedad, la ausencia, la idiotez…
–En el agua todo nada.
¿No es contradictorio?
–Piensas demasiado, cuando deberías estar
meditando bajo el lavabo con una llave.
–Cuando arreglo la
plomería arreglo la plomería. Es el secreto del zen.
–Hablas demasiado y la cocina se inunda
–Cuando los campos de
arroz se inundan dan sus mejores frutos.
–El agua es vida
–Sin embargo lo que mata
es la humedad
–¿No sientes a veces que deberías estar en otro
lugar?
–Como la vida, se escurre
entre los dedos
–Debemos empaparnos de la vida, intentar retener
el tiempo es inútil
–Como el gas en una
canasta
–Nos gestamos en el agua
–Como el arroz
–Como el mosquito aedes aegypti
–Como el hongo
–Que crecerá si no tapamos la grieta del techo.
–El maestro Yan Su Te
decía que en una mancha del techo se podía manifestar Buda.
–El maestro Yan Su Te era aun más vago que tú.
–Sin embargo preparaba un
excelente tofu.
–La divinidad reparte sus dones de manera extraña,
a mí me ha dado la sabiduría, a tí el manejo de las herramientas y la cinta de
teflón.
–Sin embargo, tal vez yo
reencarne en un sabio
–O en un gusano.
–Sí, o en un sabio.
–Sí, o en un gusano.
Con ese poder de
persuasión que lo caracterizaba, me dejó la caja de herramientas y se fue a
meditar a su cuarto con un ejemplar de PlayZen y una caja de maní con
chocolate.
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