jueves, 19 de diciembre de 2013

Tipografía y antropofagia en la Bauhaus

En estos tiempos casi festivos y de reconciliación (al menos en Polonia) recordamos una página tan oscura de la tipografía como de la gastronomía.
Una ventaja de idealizar el pasado es que no duele estudiarlo. En este caso no sé si duele, pero sin duda es indigesto. La historia no pierde demasiado con este olvido. Convengamos que si la Bauhaus ha sido reconocida no es precisamente por sus experimentos fallidos, pero ¿qué habría sido de ella sin el necesario lado experimental?
Una escuela que pudo salirse de la seguridad académica para abrirse a conocer más.
Poner el ojo hípercritico sobre este show equivale a investigar los forúnculos de László Moholy-Nagy.
Entonces ¿qué fin noble puede tener sacar estos trapitos al sol en este momento? Créanme que me he planteado el conflicto entre la mentira que hace bien y la verdad que hace mal.
Como en El tema del traidor y del héroe, el personaje elige callar, pero Borges antes elige decir lo que el personaje calla.
También yo elijo contar, porque hace tiempo me he comprometido con la verdad. Ella insiste en que nos casemos pero yo tengo miedo que cambie nuestra relación, y como tengo miedo de que se ofenda no se lo puedo decir, o sea que le miento a la verdad, pero es probable que ella se dé cuenta y no me lo diga, lo que todavía es peor. Les prometo que si la verdad y yo llegamos a una crisis tal que nos lleve a separarnos, ustedes serán los primeros en saberlo. Y de ninguna manera esto significaría que dejemos de quererlos, es solo que no podemos estar juntos, al menos por ahora. Al menos por ahora no hay de qué preocuparse, chiquilines.
Pareciera que me fui de tema pero no. En aquella oportunidad coincidieron los jóvenes sedientos de fama y el destino trágico. Se juntaron el hambre y las ganas de comer. El aislamiento que relaja la moral, la progresiva pérdida de peso tipográfico y el instinto de supervivencia hicieron el resto.
No nos apuremos a condenar, que es muy fácil juzgar al que tiene hambre cuando un varénike o un Danonino nos sonríen desde el plato.
Felices fiestas.



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