jueves, 8 de mayo de 2014

Un tipógrafo desconocido y sus 15 minutos de fama

Hay quienes manifiestan su inteligencia a través de su práctica. Sortean los desafíos diarios con solvencia y estilo, aunque tal vez no logren reflexionar acerca de su praxis.
Y hay —por otro lado— reflexivos, teóricos, capaces de conceptualizar pero no muy hábiles en la práctica cotidiana.
Nuestro héroe accedió fugazmente al Edén de los reflexivos, comió de la manzana del conocimiento y fue castigado por ello.
Su viaje al paraíso —como el de Dante— incluía una excursión no programada al infierno a abonarse con con tarjeta de crédito (o con la muerte, que cuesta más o menos lo mismo).
Asomarse al Hades y sobrevivirlrlo —como Orfeo, Hércules o River Plate— puede ser el motor de una vida más consciente y plena, pero lo contrario es doloroso. Algunos preferirían no haber conocido la felicidad, porque el agujero que deja su pérdida frecuentemente no cicatriza bien.
Conozcamos a Eugenio Matarazzo, un hombre que se asomó sobre el muro de la felicidad y al ratito lo bajaron de un botellazo.


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