Sobre la iluminación
El joven Tsetsuko preguntó al maestro sobre cómo alcanzar la iluminación. El maestro le dijo que el cerebro del hombre es como un refrigerador. Para ver la luz hay que abrir la puerta.
–No entiendo
–dijo el joven Tsetsuko.
–Si abrimos la puerta se va el frío.
–No entiendo.
–Lo que hay adentro no se conserva.
–No entiendo.
–Se echa a perder.
–¿Entonces?
–Nos vemos obligados a vaciarlo.
–¿Entonces
abrir la puerta del refrigerador no es malo?
–Solo abriendo las puertas del cerebro podemos
vaciarlo para hacer espacio para lo nuevo.
–Pensé que
hablábamos de refrigeradores.
–Es una analogía.
–¿Si abro las
puertas del refrigerador las analogías se echan a perder?
–No, no hay analogías en el
refrigerador sino en la mente.
–¿Tiene
puertas la mente?
–Las puertas de la percepción.
–¿Se escapan
los pensamientos del cerebro si dejamos las puertas abiertas?
–No, si el cerebro es cómodo no solo no
se van sino que vienen nuevos.
–¿Qué es un
cerebro cómodo?
–La mente que no juzga sino que acepta,
la mente que no ata sino que libera, la mente que usa
ambos hemisferios cerebrales
–Siempre es
más cómodo dos ambientes que uno.
–En un cajón de manzanas ordenadas
optimizamos el espacio, entran muchas, sin embargo no pueden moverse ni cambiar
de lugar.
–¿Para qué
querrían cambiarse de lugar las manzanas?
–No importan las manzanas.
–¿Entonces?
–Hablamos de ideas. La creación surge
del reordenamiento de las manzanas.
–Cuando las
manzanas se golpean se echan a perder.
–Los huevos deben romperse para hacer
una tortilla.
–¿Entonces hay
que romper los huevos?
–Creo que eso ya lo has aprendido.
Sesuda despidió al joven Tsetsuko, que se marchó a meditar sobre las palabras del maestro.
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