jueves, 8 de marzo de 2012

Conversaciones con el maestro Sesuda II

La función del maestro


El joven Tsetsuko encontró al maestro Sesuda pelando una mandarina bajo un cerezo en flor y se acercó a hacerle una pregunta...

–¿Tienen cáscara los pensamientos?
–Sí, la cáscara es la apariencia. Debemos cocinar las ideas al calor de la experiencia, para que podamos quitar esa apariencia sin perder la integridad de la idea.
–Un huevo duro.
–Debemos llegar al núcleo del ser atravesando las capas del mundo material.
–A veces las ideas parecen claras.
–Pero sabemos que atravesando la clara hay más. Sin embargo la esencia de la idea puede ser nociva si no la dosificamos.
–Puede ser elevada en colesterol.
–El colesterol no hace daño mientras circula, es nocivo cuando se deposita.
–Como el corralito...
–La vida es movimiento, la muerte es la pacífica consecuencia de la detención del aprendizaje.
–¿No debo detenerme a pensar, hacer pausas para meditar?
–A veces cuando el cuerpo se detiene, la mente levanta vuelo.
–¿Cómo lograrlo?
–Sacudiendo las ramas de la experiencia para hacer volar los pájaros de la sabiduría.
–Pero si el sacudón es violento podemos derribar el nido donde maduran los nuevos saberes.
–Lo bueno lleva dentro de sí el germen de lo malo.
–¿No existen el bien y el mal?
–El animal que muere abona la tierra para que crezcan los vegetales que comerán otros animales.
–¿La muerte es vida?
–Y la vida muerte, el ying y el yang, el culo y el calzoncillo.
–Entonces, ¿cómo juzgar las acciones del hombre?
–El hombre que todo lo da puede tener la vanidad de querer ser santo.
–¿Y el hombre que despoja a los demás de lo suyo?
–Les enseña la vacuidad de las posesiones materiales.
–¿Y el que mata?
–Tal vez por la mañana ayudó a una anciana a cruzar la calle.
–¿El poco bien compensa el mucho mal?
–¿Eres capaz de juzgar el bien y el mal?
–Más bien.
–Menos mal.
–¿A veces menos es más?
–Más o menos.
–Si yo doy más me quedo con menos.
–Cuanto más doy más tengo. Es una paradoja.
–No comprendo.
–Tener mucho es no tener nada. Para estar lleno hay que estar vacío.
–¿Pero debo vaciarlo, no llenarlo, verdad?
–Los pensamientos son como nubes, cuando son densos ocultan la luz.
–Pero el refrigerador tiene su propia luz.
–Es cierto. Pero si cierro las puertas no hay luz, me aislo del universo.
–Y tengo frío.
–Ve a buscar un saco.
–No, que tengo frío si cierro el refrigerador.
–Solo si estás adentro.
–Y no veo la luz.
–Cuando se abre la puerta la luz de adentro se mezcla con la de afuera. Cuando se cierra todo es oscuridad.
–Podría tener una linterna.
–Recuerda que tú no estás dentro del refrigerador, tú eres el refrigerador.
–Pero no puedo elegir la iluminación, necesito quien me abra la puerta.
–Esa es la función del maestro. Abre la puerta, enciende la luz para el discípulo, y de paso saca un yogurt.
–Entonces estamos condenados a permanecer en la oscuridad y el frío.
–No, como nos enseña Platón, debemos animarnos a salir de la caverna.
–Y la luz nos encandilará.
–Tal vez
–No está bueno encandilarse, se ve tan poco como en la oscuridad.
–Pero los ojos se acostumbran.
–También se acostumbran a la oscuridad.
–Sí, pero es mejor la luz.
–¿Por qué?
–¡Porque lo digo yo! –dijo Sesuda– y lo golpeó haciendo que la nariz de Tsetsuko empezara a gotear.

Sesuda había perdido su habitual compostura y el joven Tsetsuko pensó que era un buen momento para dejarlo en paz con su mandarina. 
Se alejó como quien se desangra.

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